Cervantes debió pasar por Zaragoza en 1568 junto al cardenal Aquaviva, en su viaje de regreso a Roma. Pudo conocer entonces la nobleza de la ciudad, especialmente los poderosos Duques de Villahermosa, y las antiguas costumbres caballerescas que aquí se habían quedado.
No había bien acabado de decir estas razones Sancho, cuando llegaron a sus oídos relinchos de Rocinante; los cuales relinchos tomó don Quijote por felicísimo agüero, y determinó de hacer de allí a tres o cuatro días otra salida; y, declarando su intento al bachiller, le pidió consejo por qué parte comenzaría su jornada; el cual le respondió que era su parecer que fuese al reino de Aragón y a la ciudad de Zaragoza, adonde, de allí a pocos días, se habían de hacer unas solenísimas justas por la fiesta de San Jorge, en las cuales podría ganar fama sobre todos los caballeros aragoneses, que sería ganarla sobre todos los del mundo. Alabóle ser honradísima y valentísima su determinación, y advirtióle que anduviese más atentado en acometer los peligros, a causa que su vida no era suya, sino de todos aquellos que le habían de menester para que los amparase y socorriese en sus desventuras.
(Quijote II, 4)
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Zaragoza y Cervantes
En 1595 Cervantes participó en las llamadas justas poéticas, un concurso de poesía con motivo de la canonización de San Jacinto, que fueron celebradas en el Convento de Predicadores de Zaragoza.
Cervantes debió pasar por Zaragoza nuevamente en 1568 junto al cardenal Aquaviva, en su viaje de regreso a Roma. Pudo conocer entonces la nobleza de la ciudad, especialmente los poderosos Duques de Villahermosa, y las antiguas costumbres caballerescas que aquí se habían quedado.
Zaragoza y Don Quijote: ¿Una aventura frustrada o un mito incalzable?
por M. Victoria Sáez Pascual
Relacion del viaje hecho por Felipe II en 1585, à Zaragoza, Barcelona y Valencia
escrita por Henrique Cock, notario apostólico y archero de la guardia del Corpo Real, y publicada de real orden por Alfredo Morel Fatio y Antonio Rodríguez Villa.
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Preguntáronle que adónde llevaba determinado su viaje. Respondió que a Zaragoza, a hallarse en las justas del arnés, que en aquella ciudad suelen hacerse todos los años. Díjole don Juan que aquella nueva historia contaba como don Quijote, sea quien se quisiere, se había hallado en ella en una sortija, falta de invención, pobre de letras, pobrísima de libreas, aunque rica de simplicidades.
— Por el mismo caso —respondió don Quijote—, no pondré los pies en Zaragoza, y así sacaré a la plaza del mundo la mentira dese historiador moderno, y echarán de ver las gentes como yo no soy el don Quijote que él dice.
(Quijote II, XLIX)
